Nuestro Padre Jesús en la Columna es una advocación que surge de la tradición histórica y doctrinal del pasaje evangélico de la flagelación.

Era costumbre liberar a un preso con motivo de la fiesta y el procurador preguntó a la muchedumbre: ¿a quién queréis que suelte? A Barrabás, le contestó el gentío. ¿Qué queréis que haga, entonces, con Jesús? ¡Crucifícale! Y lavándose las manos (Mateo 27, 24), lo mandó azotar.

“Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, se lo entregó para que le crucificaran” (Mateo 27, 26).

“Pilato, queriendo dar satisfacción a la plebe, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, lo entregó para que le crucificaran” (Marcos 15, 15).

“Tomó entonces Pilato a Jesús y mandó azotarle” (Juan 19, 1).

Cristo de pie, amarrado por las muñecas a una columna de fuste bajo, con la espalda desgarrada a latigazos y el resto del cuerpo arañado, con paño de pureza y potencias, es el modelo iconográfico –contrarreformista- de Nuestro Padre Jesús en la Columna.

Nuestra efigie mide un metro con setenta y un centímetros de altura, se apoya en una columna levísimamente troncocónica de noventa y un centímetros al eje por veintiuno con cinco de diámetro medio, sobre una basa cuadrada de dos centímetros de alto, y descansa en una peana de diez con cinco por ochenta y seis de frente y setenta y cuatro de fondo.

Tiene apariencia serena porque es Dios azotado, por tanto, físicamente ajeno al severo castigo que recibe como hombre. Sólo apuntado en cuanto a la talla por la crispación leve de las manos, convenientemente formadas, con los dedos algo flexionados, excepto el meñique derecho que está en tensión. La mano izquierda apoyada en la columna y sobre ella el antebrazo derecho, haciendo que la imagen se incline hacia delante con suavidad, descargando su peso aparente sobre la pierna derecha y exonerando la izquierda. La cabeza escasamente girada a la derecha, el rostro enmarcado por la melena, peinada hacia atrás, la boca entreabierta entre aseadas barbas y los ojos recatados. Cuello y hombros descubiertos.

En cuanto a la policromía, tiene la encarnadura salpicada con moderación de moretones y heridas, pequeñas hemorragias por todo el cuerpo, en general, salvo en la espalda, donde las lesiones son mucho más traumáticas. La columna y la peana están hoy jaspeadas, y el estofado se reduce al paño de pureza, cruzado por delante.

Concebido para salir en procesión, visto sobre unas parihuelas, diríase que Nuestro Padre Jesús en la Columna es uno cuando se acerca y otro distinto cuando se aleja, se acerca hierático como Dios, y se aleja lacerado, como hombre. Diríase que compadeciente se acerca y compadecido se aleja, sin inmutarse. En este sentido, representa acertadamente la dualidad de Cristo, que es Dios hecho hombre, recargando las tintas la dualidad de la propia imaginería, conjunción de talla y policromía, de escultura y pintura.

Posee la Hermandad dos juegos de potencias para recordar de modo fehaciente la divinidad de Cristo. El más antiguo de los conservados, es obra rococó en plata con rayos a bisel debida al orfebre José Adrián Camacho. Igualmente, posee varios cordones en memoria de que el Señor se sometió sin resistencia

“como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores” (Isaías 53, 7).

Además de las potencias y el cordón, el atavío de esta Imagen se completaba antes con un paño de pureza a modo de faldellín, bordado en oro con rocallas. Fue un regalo del prioste Cristóbal Navarro. Paño convertido en saya de María Santísima de la Paciencia.

Hasta fecha reciente y durante dos siglos pudo leerse pintado y repintado en el frente de su peana, hoy en su interior, el texto siguiente: “Este Señor se hizo año 1789 siendo prioste Joseph[h] Rodríguez Ballestero lo hizo Manuel García de Santiago”.

Hasta mil novecientos ochenta y tres parece que no sufrió ni siquiera una restauración, aparte de repetidos repintes más o menos acertados.

Entre las restauraciones de Rafael Barbero Medina más notables se encuentra la de Nuestro Padre Jesús en la Columna, imagen a la que consolidó, limpió, eliminándole repintes para devolverle su aspecto original a la encarnadura, mejorada con sabios retoques, retalló el brazo derecho y el pie izquierdo, arañó el cabello y rehizo la peana, dejando constancia en ella de la restauración, hecha a comienzos de mil novecientos ochenta y tres.

(Extraído de: “Ordenada y veraz narración de los acontecimientos pasados y cosas memorables de la Cofradía de la Columna y análisis estilístico de sus imágenes y enseres”, de Antonio Lería editado por la Hermandad en el año 1.999).

Nuestro Padre Jesús en la ColumnaNuestro Padre Jesús en la Columna

Espalda de Nuestro Padre Jesús en la Columna